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túneles

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19 de junio de 1967. Inicia la construcción del metro de la ciudad de méxico. La meta inicial era desarrollar una magna obra que diera lucimiento a las olimpiadas que se celebrarían al año siguiente en la ciudad de méxico. Desde el primer momento, se sucedieron descubrimientos y aclaraciones que se fueron convirtiendo poco a poco en leyendas urbanas. Y pasa la vida y se llegan a leer algunos cuentos: Pacheco, Carrera, Martín del Campo o Dionisio (sí, con "s") Munguía. Lo más probable es que nos dejen una buena sensación y la agradable certeza de que los cuentos, cuentos son.



Hasta que un día; 6 de febrero de 2005; alguien, alguno, toma como siempre esa ruta que se podría incluso, llegados el momento y la necesidad, transitar a ojos cerrados. "Próxima estación, Pino Suárez. Correspondencia con línea dos". El altoparlante de los vagones siempre tiene la costumbre de repetirnos lo que sólo los turistas y despistados pueden querer escuchar. De cualquier se agradece. Y entonces viene lo que sólo Pacheco podría habernos sugerido como fantasía desbordante. Los vagones comienzan a trazar otra ruta. Una difernte a la que el meneo del cuerpo está acostumbrado. Se vé, casi como un grito, la luz de la estación hacia la izquierda y cóm, de repente, se apaga. Todos nos hemos quedado callados. Nos miramos y desviamos la vista casi al instante. "Mira mami". el niño es la señal para todos y volteamos a ver un sinfín de galerías, de túnenles y de bocaminas (al menos eso parecen) con luces que surgen de lugares inverosímiles.


Un repentino freno en el convoy hace que más de alguno nos tengamos que sostener en el vecino lateral o en las barras. Los túneles pierden su luz y el convoy, por unos instantes que parecen eternos, también. Poco a poco, como si un generador adquiriese su potencia normal, las luces vuelven al tren y ya comenzamos el viaje en sentido contrario.

-"Debido a una falla en el sistema de enlace, hemos tenido que desviarnos. Agradecemos su comprensión. en un momento más, continuaremos el trayecto"- dice el altoparlante y un suspiro de alivio recorre los vagones. Al llegar a la estación, somos muchos los que abandonamos el metro.

-¿Viste mami a esos señores tan extraños?- Dice el niño y yo me quedo pensativo.



Los pierdo de vista porque una turba enloquecida me empuja hacia la conexión con la otra línea del metro y nos perdemos en los túneles que decantan y surcan la ciudad de México.




Buenas noches

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