otra estadística
hay un tipo de estadística para cada etapa de la vida. Por ahora, no quisiera formar parte de otra, sino de ésta. Aquí estoy bien, nueva gente, nuevo trabajo, nuevas caras...
buenas tardes
hay un tipo de estadística para cada etapa de la vida. Por ahora, no quisiera formar parte de otra, sino de ésta. Aquí estoy bien, nueva gente, nuevo trabajo, nuevas caras...
buenas tardes
estoy tratando de renovar todo. para eso, tengo que deshacerme de lastres, de cosas que he ido acumulando y que ahora no me sirven. una de esas cosas, son 50 invitaciones a gmail (¿habrá alguien que no haya recibido una?). aquí las dejo, por si a alguien le interesa.
invitación 1
invitación 2
invitación 3
invitación 4
invitación 5
invitación 6
invitación 7
invitación 8
invitación 9
invitación 10
invitación 11
invitación 12
invitación 13
invitación 14
invitación 15
invitación 16
invitación 17
invitación 18
invitación 19
invitación 20
invitación 21
invitación 22
invitación 23
invitación 24
invitación 25
invitación 26
invitación 27
invitación 28
invitación 29
invitación 30
invitación 31
invitación 32
invitación 33
invitación 34
invitación 35
invitación 36
invitación 37
invitación 38
invitación 39
invitación 40
invitación 41
invitación 42
invitación 43
invitación 44
invitación 45
invitación 46
invitación 47
invitación 48
invitación 49
invitación 50
buenas noches.
mi amiga, me ha recomendado no dejar "las palabras". y ahí me tienen, atrapando palabras, cazándolas, acechando los centímetros que me rodean en el teclado y escuchando todo cuanto dejo, cuanto tomo, cuanto veo. ensayo así, una historia sobre los caminos lluviosos del país, de este méxico tan remojado en sí mismo. pero no. no se dejan y desisto. será en otra ocasión.
también me ha dicho, que busque la felicidad, que soy acreedor a ella... pero, ¿cómo le digo que no?, que está equivocada, que he vivido muchos años en sentido contrario, que le he dado vueltas, que me he esforzado para ahuyentarla. que ahora está, esa felicidad mía en francia y que está más lejos que eso, por mi culpa. ¿cómo se lo digo?
que sigo creyendo en los milagros, eso ni duda cabe. tan sólo hay que verme. sigo vivo a pesar de mí. eso es ganancia. me sigue amando, también a pesar de mí. eso es inenarrable.
y resulta que llega la lluvia y despedaza las pocas maderas que he levantado en la vida y se me inunda la casa y siento que todo está al borde una subida del río inclemente y que es muy tarde y sigo escribiendo cuando todo me dice que debería de parar... y en unas horas tendré que irme lejos y seguiré con la misma incertidumbre y quién sabe, tal vez regresaré con más.
buenos días.
sigo creyendo en los milagros, es decir, que tus ojos están ahí, aunque no los vea, tus manos se sienten todavía en mi cabeza y en mi brazo. sigo creyendo en los milagros porque estoy aquí, sentado, escribiendo líneas inconexas porque sé que me leerás y te tomarás la molestia de decirme algo, lo que sea y sabré que existes, que sigues existiendo a pesar de mí, a pesar del mundo loco que nos ha tocado vivir y a pesar de los pesares, me amas y te amo. sigo creyendo en los milagros, porque te sigo llamando mía, aunque estés lejos y porque no eres mía, sino mía y eso es lo que importa, lo que vale, lo que me hace vivir y amarte y desearte de manera desesperada, que eso es lo que hacen dos personas cuando los inunda la pasión por los ojos, por la boca, por las manos y se dicen "te amo", y todo lo demás se suspende de sus bocas.
sigo creyendo en los milagros.
buenos días.
Sí. Estoy sin repuesta a muchas preguntas, no sólo mías, no sólo tuyas.
Éste de rostro cuneiforme-invertido (prógnata que no desciende, afortunadamente, de los Hasburgo), de cabello negro, frente amplia y abultada cual dos jorobas, de ojos con párpados más bien alicaídos y de nariz corva, ancha y grande en demasía; la boca grande de labios gruesos y delineados con cincel, los dientes crecidos y separados, porque la genética pesó demasiado en su cuerpo y la dedicación del dentista nunca se comparó con la irresponsibilidad de su dueño, y peor puestos, porque no tienen correspondencia los unos con los otros; el cuerpo pequeño, el color cenizo, antes moreno que nada, cargado de espaldas y de estómago, y no muy ligero de pies. Éste digo, que es el rostro del autor de un blog que ya nadie lee y de unos poemas que nunca verán la imprenta ni la pantalla ni el servidor de blogia... Llámase comúnmente Miguel Ángel Torres Vera.
He amanecido en el espacio gris de una ciudad, es decir que mis primeros campos han sido yermas planchas de concreto y piedras negras de coque; devine, con el paso inexorable de los años, aprendiz de hombre. Como cualquier miembro de la raza humana, pues, tengo vertebrado el cuerpo irremediablemente con amores y el interior tejido por las penas. Sin embargo, he practicado mucho y hoy soy capaz de simular la risa, es decir, he llegado a perfeccionar un torcimiento en la cara y en los labios, abrir la boca sin discreción y emitir algunos sonidos diletantes.
Llevo la piel salpicada de lunares; tengo dos brazos, y una boca servivial para comer y pobremente capacitada para humedecer un cuerpo de mujer o redimir la historia de mi pueblo. Tengo, por último, unas manos, grandes y torpes, que no aciertan a definir la ausencia, divagan pues, amores inexorables.
Yo camino y me demoro, acaso para mirar el arco de un acueducto o de una iglesia y la puerta de cancel. Me gustan los relojes, los mapas, la tipografía del siglo XVIII, las etimologías, el sabor del café, el aroma del tabaco y la prosa de Borges; yo vivo, yo me dejo vivir.
Por lo demás, soy duro de nariz, mínimo de ojos, escaso de pelos en la cabeza, creciente de abdomen, corto de piernas, ancho de suelas, moreno de tez, parco de amores, imposible de cálculos, confuso de palabras, brusco de manos, lento de andar, aficionado a las estrellas, mareas, maremotos, caminante, torpe en las instituciones, entrometido entre todo, mal educado en todas partes, tímido en los salones, arrepentido frecuente, horrendo administrador, navegante de boca, aprendiz de la tinta, discreto entre los animales, afortunado de nubarrones, investigador en mercados, oscuro en las bibliotecas, melancólico pero incansable en los bosques, estúpido en las contestaciones, ocurrente años después, vulgar durante todo el año, feliz con mi cuaderno, monumental de apetito, león para dormir, sosegado en la alegría, inspector del cielo nocturno, trabajador invisible, desordenado, valiente nunca, cobarde todo el tiempo, soñoliento de vocación, amable de mujeres, poeta por maldición e idiota redomado.
Después de casi 1,166,832,000 segundos, sigo transportándome en camiones públicos, metro (cuando estoy en la ciudad de México), pero sobre todo, camino. Camino como endemoniado. Veo un sinfín de personas diariamente; mis pies han pasado por billones de centímetros lineales y mis manos han tomado tantos segmentos de pasamanos, que en algunas líneas del metro y de camiones, podría reconocer la unidad con sólo el tacto.
Hay lugares en los que podría reconocer cada una de las personas con las que me cruzo cada día. Tengo ojos aguzados para todos ellos. Incluso soy capaz de detectar el estado de ánimo en el que se encuentran por el sólo atuendo que llevan o por la mirada que presentan. He visto surgir noviazgos en el metro; rompimientos en alguna mesa de café o en plena calle y después, he visto caminar con desánimo a cada una de las partes o llorar descosoladamente a una de ellas. También he visto a algún enamorado ver perderse a su amada entre las calles y sostener la mirada aún después de haber perdido de vista al objeto de su deseo.
En los andurriales por los que suelo caminar, he visto crecer imperios comerciales y también he presenciado la caída de negocios que parecían fructíferos y prometedores.
Supongo que todo esto es común para muchísimas personas en el planeta tierra. Incluso en esta ciudad o en cualquier otra con más de cinco millones de almas congregadas. Pero he de confesar que me he visto caminar por las calles de los más diversos lugares. Una vez me vi, con esta figura extraña, desencajada, enjuta pero con panza fenomental, bajo un sol fulgurante camino a Aguascalientes, sobre la carretera y con la vista perdida en los restos de un perro aplastado en medio del asfalto. Me he visto durmiendo bajo un puente maltrecho en San Juan del Río y me he descubierto bebiendo en el interior de un bar lujoso, en Monterrey rodeado de personas que jamás he conocido. He divisado mi figura en medio de una construcción a medias, cargando dos bultos de cemento que parecían doblarme las rodillas por el revés. Sobre las rodillas de una anciana, mis ojos detectaron una foto mía, en calzones y con la mirada asustada de quein no sabe qué sucederá al concluir el flash. Algunos de mis primeros poemas, los escribí al amparo de mis pasos perdidos en la Habana Vieja un día perdido en Agosto. Nunca me descubrí en Nueva York o en Lisboa, pero en Real de Catorce, después de masticar un peyote centenario, sobrevolé la ciudad de Oaxaca y me vi de la mano con ella... lo más triste es que nunca me he visto escribiendo algo que valga la pena, haciendo algo que le guste a Macutena, diciendo algo que le agrade a Macutena o resolviendo algo que necesite Macutena.
Sigo pues, caminando, a pesar de los 1,166,832,000 segundos, que podrían ser, al mismo tiempo, la cifra de mis errores.
Buenas noches.
Uno va por la vida tratando de hacer las cosas bien, de actuar conforme a lo que los padres, los maestros, los amigos y los libros, todos en una gran confabulación de procedimientos, van conformando en eso que se llama sentido común, valores, visión del mundo. Pero regularmente no se puede escapar nadie de "regar" todo el basurero mental y personal por la vida, por lo menos una vez. Esto es considerado normal y estoy de acuerdo en llamarle normal. Pero cuando alguien, pongamos como ejemplo, yo, va por la vida dando tumbos errados, defraudando a los amigos, olvidando las promesas y rehaciendo la imagen cosmogónica a cada paso, es común y sensato llamarlo "un caso patológico".
Bien, pues. Soy un caso patológico. Trato de remediarlo de todas las formas posibles, pero siempre hago más o menos lo mismo, digamos que siempre tengo el mismo patrón de comportamiento: estoy unos meses con los amigos, los apapacho (o me apapachan, es lo más común), después me desespero, me doy la vuelta y me obligo a olvidarlos o por lo menos, a abandaonarlos e incomunicarme, a ser una mancha de recuerdo y dejar las responsabilidades que el uso cotidiano de espacios y sentimientos obliga a aceptar y cultivar... bueno, pues, que me desespero conmigo mismo y me doy de topes y refunfuño y lloro y malgasto energías en cosas sin la menor importancia y mis amigos me tachan de desagradecido, irresponsable y fastidioso... la mayor parte de las veces, les tengo que dar la razón y otras, muy pocas, me veo en la necesidad de convencerme de que no es así, de que están equivocados y que actúo de manera correcta.... pero no hay muchos que estén dispuestos a creerme y entonces, transito por la vida con etiquetas que poco a poco, voy perfeccionando hasta que las hago mías y se vuelven parte fundamental de mi ser...
Y no es que justifique tanta idiotez de mi parte, sólo trato de explicarme y saber qué hago de mi vida y de la vida de la gente que, a pesar de todo, me quiere... sigo manejando y sigo viendo pasar autos en la noche y veo perros muertos a mitad de las carreteras y pienso que un día, si no me aplico, seré como esos animales que la gente ve al pasar por la carretera y lamenta su muerte y después, un instante después, los olvida y se entretienen desafiando al conductor de enfrente.
Buenas noches
Por ahora, lo único que me es dado hablar, es el gran listado de las cosas de esta tierra. Es decir, de tu cuerpo. De un dolor pleno en el rostro, ese ademán registrado en un momento, de esa furia que me explotas en la entraña, este retumbar ante el presagio de la lluvia, del torrente vigilante de la luz húmeda inundando mi silencio. De tu cuerpo como el anuncio de una revuelta, del llamado a poner de una vez y para siempre, la imaginación por consigna y el sueño como meta. En él nadie descansa, en él nadie trabaja. En tu cuerpo se acumula el sueño de nosotros y las zanjas cotidianas. Así, atravesada por el viento de mi palabra, la humedad de tu vientre resplandece entre el sonido y el estertor de mis ojos. Es decir que te llevo en la piel, amiga, como un tatuaje pegado al alma, un encuentro de besos y caricias escuchando tu respiración, mis palabras silentes, el circuito inviolable de tus senos, el recoveco insomne de tu cuello.
Caminar esta noche, amiga mía, es caminar en tu cuerpo, saberlo cercano, saberlo tan sólo y reir, junto a ti abrazado.
Isolde Meier.
te quiero yeya.
no te olvides de mí.
te mando un beso enorme y todo mi amor.
Hace una semana, estaba trabajando en una infinidad de cosas sin ninguna importancia, cuando el timbre de la puerta me sobresaltó. Dejé todo a buen resguardo del famoso ctrl+s y me levanté con dirección a la entrada de la casa. No llevaba más allá de los 3 metros que son mitad del trayecto cuando el timbre sonó dos veces seguidas.
-¡Voy!- grité un tanto molesto por la impaciencia.
Al abrir, un hombre al que más de siete décadas habían dejado su marca en el rostro y en el cuerpo, me veía con ojos chispeantes y de una curiosidad que sólo he visto en los niños de dos años.
-Dígame, señor- dije con la culpa por haberme molestado antes de saber quién era o qué asunto le apremiaba.
Me extendión un papel doblado a la mitad y con trazos en pluma azul y verde. Me dijo "dos recetas por un peso". Y siguió hurgando con su mirada curiosa todo el interior de la casa. Mi primera intención fue devolverle el papel, pero en cambio, me dirigí hacia el interior y saqué el peso requerido. Ya me esperaba con la mano extendida y se lo dí. Algo percibí de molestia, pero fue muy fugaz. Enseguida me dió las gracias.
-Merci beaucoup, monsieur.
-De de rien, monsieur- contesté en automático.
Cuando estaba a punto de salir del pequeño jardín del frente, el "cling" de una moneda me retumbó en la cabeza y ahora pensé las palabras a una velocidad poco común en mi cabeza, poco apta para los idiomas distintos al mío.
-Attendez, monsieur, s'il vous plaît attendez!- dije en mi frañol amexicanado.
El viejo se volvió con grandes ojos y una sonrisa enorme.
-Vous parlez française, monsieur?
-Seulement un peu, tu peines des mots- dije un tanto ruborizado. El hombre se acercó entonces.
-Hay muy poca personas en Pachuca que entiendan francés, señor. Los más, saben inglés, pero muy pocos francés.
-Creo que es por la cercanía de Estados Unidos- dije yo en lo que siempre me ha parecido la razón más lógica de nuesra propensión a este idioma.
Le invité a pasar pero no aceptó. Platicamos un rato fuera de la puerta (otro post dará cuenta de esa plática tan enriquecedora), le tomé algunas fotografías y al fin se fue. Su aspecto me recordó al de los vagabundos sin oficio ni beneficio, pero su lenguaje era el de una persona culta. El papel con las recetas, se quedó sobre mi mesa de trabajo, primero y después archivada entre las cosas "por leer". Hoy fue el día de depuración. Casi había olvidado al hombre, cuyo nombre es Joaquín (así, sin apellidos seulement le prenom, qui avec cela suffit había dicho). Abrí la hoja y la primera receta reza así:
La obtención de un "ELÍXIR"
Las cosas de las que se puede obtener un elíxir son tres: los siete metales, los siete espíritus y las otras cosas. Los siete metales son el sol, la luna, el cobre, el estaño, el plomo, el hierro y el azogue; los siete espíritus son el mercurio, el azufre, el amoniaco el oropimente, el óxido de zinc, la magnaesia y la marcasita; y las otras cosas son el mercurio, la sangre de hombre, la sangre de cabellos y de orina, y la orina es del hombre.
La segunda receta es la obtención del "Elíxir", a partir de la orina de un niño... el documento viene firmado por "Joaquín" y la frase Cercle et Carré.
No digo que tenga nada qué ve con el moviento aquel donde se inscribían Kandysky y sus amigos (Mondrian entre otros) y que conmovió al París de los 30, pero me ha quedado la duda...
Buenos días.
Mi barrio es muy clásico... es decir, en él se encuentra una bruja; hay un reconocido ladrón del que en alguna ocasión les hablaré; a unas cuadras de la casa, tiene su morada un policía (compadre del ladrón y amante de los gatos) que en las mañanas, antes de partir en su patrulla a recorrer las calles, ayuda a los niños de la primaria cruzar sin peligro las calles y ahuyenta a las madres posesivas; tenemos a una viejecita que es la "abuelita" de la colonia y hay una tienda de abarrotes que es atendida por un hombre ya entrado en años, le llaman don Manolo y es valenciano.
Pues bien, que ayer, la tienda tenía un moño negro a la entrada. Al llegar a comprar mi dotación de azúcar y algo de arroz, recordé, me vino a la mente, la estación de Atocha.
visto en La Jornada
A la tipa de la izquierda, ya la conocen casi todos los habitantes del planeta... es la "halcona" condoleezza rice, secretaria de estado estadunidense, de visita en México, junto a nuestro (hay que utilizar la odiosa expresión de "nuestro",, ¡carajo!) presidente, vicente fox. vino a "regañar" a fox y de paso, a dejarle el saludo en el aire.
Acostumbro salir en las noches a caminar un poco. Es una especie de rito. Desde que abandoné la casa familiar (de aquel episodio recuerdo un llanto suplicante, una bofetada de mi padre y una bendición arrodillado), salgo con frecuencia a caminar y despejar la mente para prepararme a viajar con buena ventura por los jardines de Morfeo (este nombre se me truncó de la mitología con la saga de los Wachowski, que malbarataron de cualquier forma, con la tercera parte).
Resulta que esa sana costumbre la empezaba a perder, pero durante las semanas de la crisis del agua en esta zona de Pachuca, a fin de saludar a vecinos y verificar que todas las tomas estuvieran cerradas, retomé mis paseos nocturnos. A pesar de algunos insultos y varios conatos de lapidación de los que fui objeto frecuente en estos días, mis paseos bajo la luz de Selene (algo me pasa con los mitos, que al parecer, me llegan últimamente muy amenudo), había transcurrido sin muchos sobresaltos. Pero como dicen por ahí: "no es bueno celebrar la propia ventura". Yo lo hice y ayer, un encuentro con los primos lejanos del cancerbero (¿no les digo?), imprimó algo más que velocidad a mi cuerpo.
Muchos sabrán que en América Latina, el problema de los perros callejeros es realmente serio en algunas poblaciones... bueno, creo que Pachuca ya pasó a formar parte del "selecto grupo" con un alto índice de perros callejeros.
Caminaba yo hacia la media noche por las calles del barrio, que hasta entonces presumía de seguro (en lo que cabe, ya saben, como en todos lados), cuando diviso en una esquina, un grupo de aproximadamente 20 o 30 perros hurgando en una bolsa de plástico negro. "¡Estos vecinos son de lo peor!, pensé, pues ya era suficiente el hedor y la contaminación por falta de agua corriente. Así pues, tomé una pequeña rama de un árbol cercano y me dispuse a ahuyentar a los perros para que no se regara más la basura. pero apenas notaron los animales que cortaba la rama, comenzaron a ladrar de forma un tanto agresiva. No le di importancia, pero a medida que me acercaba, crecía su furia. Al estar a unos 10 metros, pude distinguir que todos los perros estaban famélicos y con la boca teñida de carmín. Supuse algún gato despistado, un mapache imbécil que bajó de los montes aledaños, ratas hediondas en busca de alimento y sorprendidas como manjar perruno. Pero ya era bastante tarde y uno de los perros se abalanzó sobre mí. Espantado, conseguí darle un mandarriazo en pleno hocico, que fue suficiente para que retrocediera en la distancia, más no en su furia.
Junto a él, sus compinches, la jauría entera, se volvió con ladridos furiosos y amenazantes. No les voy a contar una historia de valentía. Con el alma en un hilo (eran 20 ó 30 perros dispuestos a no dejarse arrebatar un buen bocado), mis piernas retrocedieron, poco a poco, casi en proporción inversa al aumento de mis latidos y de la dilatación de mis pupilas. Por supuesto, los perros son cualquier cosa, menos estúpidos (y menos los perros callejeros y afiliados a una banda de batida alimenticia) y al darse cuenta de mi retirada, subieron el volumen de sus ladridos y disminuyeron la distancia que los separaba de mí... estaba ya dispuesto a meterme de un salto al jardín más cercano, cuando un automóvil pasó y la banda amotinada, se dispersó el tiempo suficiente para permitirme llegar a casa.
Hoy por la mañana, el titular del diario sensacionalista que circula en esta ciudad rezaba: Bebé abandonado, es devorado por perros callejeros. La SSA [Secretaría de salubridad pública en México], recorre las calles de la colonia siniestrada.
Al leerlo por la tarde en el café que frecuento, los pelos se me erizaron de espanto. Yo habría podido ser el postre de aquellos pobres y desgraciados perros hambrientos, pensé. También me vino a la mente Cancerbero, el guardían de las puertas del Hades. Realmente, materializado en 20 o 30 cuerpos, me había impedido el paso a un pequeño infierno, que no sé si hubiera podido soportar.
Hoy cumplimos tres semana sin agua en la colonia y la situación empieza a ser preocupante. Más allá de los problemas sanitarios que esto tiene de hecho, la falta del líquido empieza a hacer que afloren ciertas patologías criminales que son muy nocivas en cualquier tipode convivencia social.
De hedores no les voy a platicar, sería muy desagradable y nauseabundo. Lo que me preocupa sobremanera es mi superviviencia. Resulta que por azares de la previsión futura, en esta casa hay una cisterna de muy grande capacidad de almacenamiento. De hecho, dicen que cabe una "pipa" completa (en méxico llamamos pipas a los camiones cisterna que transportan líquidos o fluídos). Lo cual, dado que en casa somos dos, el cálculo más pesimista sobre nuestra capacidad de superviviencia sin agua corriente es de ocho meses. En esta situación están por lo menos, contabilizadas, unas 15 viviendas en toda la colonia. Bien, eso está bien para nosotros, pero no para los vecinos, que la primera semana, nos decían entre divertidos y nostálgicos: "por lo menos, no sofrirán el acarreo de agua desde la pipa que vendrá en miércoles". La pipa nunca llegó. Para la segunda semana, algunos vecinos llegaron a pedirnos unas "cubetas de agua". Por supuesto, abrimos puertas a estas peticiones y de forma totalmente desinteresada, empezamos a ser una especie de oasis en medio de las calles aledañas. Otros oasis existen, pero abastecen a diferentes partes de la colonia. El flujo, como se imaginarán, comenzó a crecer y cubetas y cubetas han salido desde entonces de la casa y ahora conocemos a muchos de los vecinos.
Todo corría como debería hasta que hace dos días, descubrí a unos "ladrones" de agua. Suben por la noche hacia el techo de la casa y "ordeñan" el tinaco a donde se "sube" el agua de la cisterna. Por supuesto que reclamé a gritos, pero ellos corrieron por entre los techos y no los pude seguir... ayer, mientras caminaba a la tienda para comprar unos limones y algo de azúcar, una lluvia de piedras me llegó por todas direcciones y mientras corría hacia un refugio seguro, escuché que decía: "maldito acaparador", "el agua es de todos", "todos tenemos derecho al agua": Todo esto, acompañado de palabras más altisonantes de las que soy capaz de escribir en este espacio.
Y creo que sí, el agua es de todos y todos tenemos derecho, pero el gobierno es el encargado de suministrar el agua y no nosotros. Pero las cosas están de cabeza y ahora caigo en la cuenta de que si estuviera en un país donde la portación de armas fuese ilegal, ya me habrían matado o por lo menos asustado de otra manera menos grata que las piedras voladoras... y el agua corriente, no llega, claro y nosotros seguimos repartiendo cubetas por el día y haciendo guardias por las noches, apra que no desaparezcan los litros destinados nuestras necesidades inmediatas. La voz despersonalizada del gobierno saliente dice: mandaremos a investigar, señor torres... pero los días pasan y yo temo por las rocas, por los niños que se desesperan y se ven obligados a los refrescos y a los señores las cervezas y las mujeres, a pedir agua a un par que no sabe si mañana, las rocas provendrán de sus vecinos de enfrente.
Buenas noches. Hoy me toca guardia.
-¡Ahí viene la bruja!-
Los niños corren a su casa y volteo en dirección contraria. Una señora de aproximadamente 50 años, de mirada severa y vestida como institutriz victoriana, sale al paso de la esquina y recorre con sus ojos toda la calle. Yo fumaba en la puerta de la casa y aunque de verdad pensé que podría ser una bruja, me quedé donde estaba. "¡Al diablo las supersticiones!", pensé.
Tuve la esperanza de que se metería a alguna de las viviedas anteriores a la mía. Mal cálculo. Cuando faltaban casi 5 metros para que pasara frente a mí, la saludé respetuosamente. "Buenos días, señora". Ella se pasó de largo y me sentí un poco en la obligación de mostrarle su mala educación. "Dije: buenos días". Espeté de manera un tanto agresiva.
Cuando pensé que ya no me dirijiría la palabra, volteó de manera repentina y sentí una dura mirada sobre mí.
-Señor, espero que la siguiente semana, una gripe terrible y espantosa se apodere de usted y no salga de su casa hasta que diez kilos hayan abandonado su cuerpo.
Me quedé pasmado y no atiné a decir nada más. Cuando la señora dobló la esquina, salieron los niños. Algunos de ellos, si no es que la mayoría, ocupan el jardín frontal de la casa como área de entrenamiento futbolístico.
-¡Hijole señor! Ya le tiró la maldición.
Como era normal, hacia la noche, ya había olvidado del asunto y trabajaba con tedio en un proyecto que se había prolongado más de lo debido.
Ha pasado una semana y una gripe a destiempo me sorprendió. Altas temperaturas, una infección que se extendió hasta el estómago y después, estoy con 10 kilos de menos en el cuerpo...
Hoy, cuando dieron la señal de alarma, me metí a la casa y aguardé más de una hora para poder fumarme mi cigarro matutino.
El candidato
En un principio supuse que se trataba de evangelistas fuera de horario, pues los viernes no es muy común que sagan a las calles. Al segundo golpe en la puerta, cuando preguntaron a toda voz por "alguien", comencé a sospechar de algún tipo de vededor y seguí trabajando. Al tercer toquido, y el grito "Señora, somos del partido", entonces sí me enojé y me dirigí a la puerta. Y no es que sea impaciente o misántropo. Simplemente que "el partido", me saca de mis casillas. Para aquellos probables lectores fuera de las fronteras de méxico, cuando en estos estados de formas caciquiles, se habla del "partido", se refieren a este, y es realmente insoportable.
-Dígame que se le ofrece, señor- Después me di cuenta de la ironía, porque era un chaval de 18 o 20 años, cuando mucho.
-Fíjese que estamos levantando un censo para el partido y queríamos ver si nos presta su credencial de elector-
Traté de imprimirle a mis ojos la mayor cantidad de enojo posible y le dije en tono de ultratumba electoral, "¿Sabía que eso es un delito que se castiga con cárcel?" Algo contestó de los poderes soberanos del partido, que no podía hacerle eso al candidato, que la casa estaba registrada como militante del partido (la casa y sus integrantes ¿también?) y risitas idiotas con su "compañero" y veladas amenzas.
Le conté el episodio del camión recolector de la basura y los desmanes de todos los servidores públicos renunciando dos o tres meses antes para "buscar" apoyos ciudadanos y dejando a la capital y al estado entero en situación precaria. Y ellos dale que dale al bienestar del "grandioso estado de Hidalgo" (algo en su lenguaje me recordaba a cierto pariente metido en estos menjunjes), a la prosapia del candidato y "su fórmula" de diputados y senadores que ganarían, "ni duda cabe", las elecciones de febrero y que más me valía quedarme del lado ganador... La cosa acabó en gritos, amenazas y rabia. Sistemas caciquiles, a fin de cuentas y yo, con la manía de dejarme atrapar por la estupidez humana.
que pasen un buen día
19 de junio de 1967. Inicia la construcción del metro de la ciudad de méxico. La meta inicial era desarrollar una magna obra que diera lucimiento a las olimpiadas que se celebrarían al año siguiente en la ciudad de méxico. Desde el primer momento, se sucedieron descubrimientos y aclaraciones que se fueron convirtiendo poco a poco en leyendas urbanas. Y pasa la vida y se llegan a leer algunos cuentos: Pacheco, Carrera, Martín del Campo o Dionisio (sí, con "s") Munguía. Lo más probable es que nos dejen una buena sensación y la agradable certeza de que los cuentos, cuentos son.
Hasta que un día; 6 de febrero de 2005; alguien, alguno, toma como siempre esa ruta que se podría incluso, llegados el momento y la necesidad, transitar a ojos cerrados. "Próxima estación, Pino Suárez. Correspondencia con línea dos". El altoparlante de los vagones siempre tiene la costumbre de repetirnos lo que sólo los turistas y despistados pueden querer escuchar. De cualquier se agradece. Y entonces viene lo que sólo Pacheco podría habernos sugerido como fantasía desbordante. Los vagones comienzan a trazar otra ruta. Una difernte a la que el meneo del cuerpo está acostumbrado. Se vé, casi como un grito, la luz de la estación hacia la izquierda y cóm, de repente, se apaga. Todos nos hemos quedado callados. Nos miramos y desviamos la vista casi al instante. "Mira mami". el niño es la señal para todos y volteamos a ver un sinfín de galerías, de túnenles y de bocaminas (al menos eso parecen) con luces que surgen de lugares inverosímiles.
Un repentino freno en el convoy hace que más de alguno nos tengamos que sostener en el vecino lateral o en las barras. Los túneles pierden su luz y el convoy, por unos instantes que parecen eternos, también. Poco a poco, como si un generador adquiriese su potencia normal, las luces vuelven al tren y ya comenzamos el viaje en sentido contrario.
-"Debido a una falla en el sistema de enlace, hemos tenido que desviarnos. Agradecemos su comprensión. en un momento más, continuaremos el trayecto"- dice el altoparlante y un suspiro de alivio recorre los vagones. Al llegar a la estación, somos muchos los que abandonamos el metro.
-¿Viste mami a esos señores tan extraños?- Dice el niño y yo me quedo pensativo.
Los pierdo de vista porque una turba enloquecida me empuja hacia la conexión con la otra línea del metro y nos perdemos en los túneles que decantan y surcan la ciudad de México.
Buenas noches
En mi colonia, el carro de la basura pasa generalmente todos los días. Y realmente se nota. No hay basura en las calles; por eso, cuando el camión no pasa por más de dos dias, el poblado se convierte en un caos, en una angustia patente en los vecinos, en las vecinas que miran constantemente hacia las bocacalles y aguzan el oído en busca de la señal sonora de la campana características que en méxico se acostumbra.
Pues bien, resulta que esta semana se tardó más de cinco días. Imagino las casas y los desvaríos. En la mía, por ejemplo, el pequeño bote que tengo para resguardo de los desperdicios acumulados de dos dias -como máximo- estaba desbordado. Y aquí vivimos dos. Piensen en los lugares donde vivien cuatro o seis personas. Seguramente era un infierno.
-¡Esto pasa siempre que hay elecciones, joven!- me comentaba una vecina malhumorada que encontré en la tienda.
¡La tienda! Era un cúmulo de cajas, botellas, papeles y sustancias sospechosas que despedían olores ofensivos, mal disimulados por "eliminadores" de olores. De esos muy difundidos por la televisión. Sin embargo, el resultado era muy malo y los que tenemos acopio de hígado, éramos los únicos que nos atrevíamos a salir a la calle y aventurarnos a las tiendas, verdulerías y rincones oscuros, donde personas de pocos escrúpulos arrojaron los desperdicios caseros para los cuales ya no tenían cabida en sus casas, con lo que las calles empezaron a ser pasto propicio de jaurías caninas sin dueños reconocidos y con hambre de siglos.
Fue una semana terrible, hay que decirlo. Hacia el viernes, nos enteramos que los camiones encargados de recolectar la basura, "habían sido comisionados" para los mítines del candidato del partido oficial en apoyo al candidato "de las masas", el que seguramente tendremos de gobernador por los siguientes seis años en este depauperado estado de Hidalgo (pobre padre de la Patria, pensar que su nombre cayó sobre uno de los territorios más depauperados del país).
Los comentarios vecinales empezaron pronto a surgir como en un murmullo al cual, entre más voces se agregaban, más aumentaba su volumen.
El sábado, las calles estaban a punto para que el paso del camión fuera un rosario de insultos al "candidato de las masas".
Las campanadas se escucharon de lejos y pronto todos los frentes de las casas se vieron abarrotados de bolsas de distintos colores y variados tamaños, pero ahora había un detalle que hacía única la ocasión: junto a los desperdicios caseros, estábamos los colonos dispuestos a hacerles pagar a esos "vendidos" de los recolectores, sus veleidades partidistas y su vendimia personal con el "candidato insigne de las masas".
No les contaré los insultos, los gritos, los enviones de bolsas llenas de desperdicios orgánicos debidamente fermentados, las caras sorprendidas de los señores encargados de tan insigne tarea como es la recolección de basura citadina; las muecas de odio y coraje de vecinas, vecinos y perros que los acompañaban. Lo que sí es digno de mención, es que de pronto, el diario trajín de sacar bolsas y botes de basura, estuvo a punto de convertirse en una revolución ciudadana.
Cuando llegó la policía, el equipo de reacción rápida y algunos elementos de la agencia federal de seguridad (AFI), los vecinos y los recolectores, estábamos ya manchados de inmundicias sin nombre y sin procedencia precisa... al calmarse la situación, la mayoría entramos a nuestras casas para darnos un baño, muy merecido y muy necesario... pero la noche anterior, no había llegado agua de la subestación correspondientes y hoy, las casas son una peste nauseabunda...
Espero escribirles más tarde, ya con una "pasada" de agua y jabón. Buenas noches.